A menos de un mes de comenzar con
la actividad oficial en Primera División, el fútbol femenino de Estudiantes fue
notificado de la quita de beneficios en el presupuesto y es una nueva víctima de la política deportiva del club hacia los deportes amateurs. Un
retroceso en el crecimiento de la actividad, que en 2017 cumplirá veinte años
de vida.
Foto: Joaquín Latreite.
Desde hace unos meses nos empapamos con la noticia de un reajuste en las disciplinas amateurs de Estudiantes. La ejecución de esta decisión política tuvo un nuevo afectado: el fútbol femenino. Con el agravante que la notificación se produjo a 24 días del comienzo del torneo de Primera División 2016/2017.
La disciplina, a punto de cumplir
veinte años consecutivos de participación, atravesará en esta parte del año un
camino complejo, similar o peor al del primer semestre. Los errores se enfilan
uno tras otro. Desde la falta de apoyo de difusión del deporte, a ponerle
obstáculos como la imposibilidad de usar desde febrero las instalaciones del
Country Club de City Bell, pasando por el cierre de actividades de la escuelita
o hasta último momento no saber si se contaba con una cancha para jugar.
Ahora hay que sumarle, otro
aspecto y casi tan importante como los anteriores, el reajuste del presupuesto
con los que contaba la disciplina para participar en los torneos organizados
por AFA y para vivir el día a día. Una política deportiva e institucional que
obliga a jugadoras y cuerpo técnico a tener que subsistir a la deriva de la
dirigencia.
Si bien la participación en el
campeonato, con fecha de inicio del 15 de octubre, no corre riesgo a corto
plazo deriva en un cambio de objetivos en el fútbol femenino. La quita de
presupuesto incluye como medidas austeras los traslados en micros cuando el plantel
juegue de visitante. Aunque no será la primera disciplina de Estudiantes que
viaja por sus propios medios (Hockey masculino). No es un justificativo sino un agravante.
Además, de que el club no
costeará la ambulancia en los encuentros de local y la seguridad contratada
también se verá afectada. Estos dos requisitos son fundamentales para que se
puedan llevar a cabo los partidos. Casi tan importantes como poder acceder a
una cancha en condiciones, algo que en el último torneo no se cumplió en los
nueve partidos jugados en City Bell.
Entre tantas pálidas y negativas,
el fútbol femenino si hay algo que tiene es fortaleza para sobreponerse. Lo
hicieron en la primera parte del año, y no cabe ninguna duda que no las verán
de rodillas. Cada jugadora desde hoy entrenará el doble, aportará su parte en
el grupo humano y seguirá llevando en alto, no solo la disciplina sino el
nombre de Estudiantes a donde vaya.
Lo que más duele es que en 2015 se hizo saber que los
deportes amateurs iban a ser unos de los ejes centrales donde la dirigencia se posicionaría
para ayudar en el crecimiento, atrayendo deportistas o
ingresos económicos. Hoy, un año después de tanto circo la realidad marca que
no hubo gestión, planificación y las decisiones dieron un revés en contra de los
más débiles. En fin, le mintieron a todos.
Si las negligencias de la primera
parte del año no pudieron lastimar el orgullo del equipo, menos lo va hacer la
decisión de unos pocos que juegan con los intereses de un grupo de trabajo y
algo peor, con una parte de la historia. El fútbol femenino la va pelear una
vez más, como lo hace desde 19 años. Los grandes equipos se forman bajo las adversidades. Nadie va bajar la
guardia, ni dejará de entrenar o de jugar. Lo mejor de todo es que la pelota no
dejará de rodar, aunque hayan mandado a un grupo de jugadoras al destierro.
Joaquín Latreite